Apodos, nombres y otros titulillos. <<leer apéndice>>

No es costumbre muy arraigada en Alcázar de Venus, al contrario que en muchos pueblos andaluces, el uso del motejo para llamar o conocer a los convecinos. En realidad si nos ponemos a echar cuentas entre los que recuerdan los más antiguos y los actuales el número de apodos no debe sobrepasar en muchos la veintena, de los que apenas tres o cuatro se mantienen hoy en día. Preguntando a unos y otros hemos podido conocer los siguientes: “Zalapatrán”, “Chucho”, “Tolina”, “Menudita”, “Leches”, “Santa”, “Cuco”, “Fanegas”, “Ascuas”, “Perches”, "Pato", "Ratón Pérez",  “Canuto”, “Guapa”... Algunos podrían considerarse más un elogio a las personas, que motes en sí mismos. Otros, más que apodos están relacionados con algún defecto físico del apodado: “Bizco”, “Cojo” “Tuerto”..., algo bastante general en todos los pueblos.

Unos han pasado de padres a hijos y nietos, otros se quedaron en la persona que así fue apodada (casos de Pepe “Leches”, José “Canuto” o Joaquín “Fanegas”  -éste además de por “Fanegas” era conocido por el “Tío Ascuas” por su afición a utilizar dicha expresión con motivo de pena o alegría-).

No podemos considerar apodos cuando al nombrar a alguien hacemos referencia a su profesión, a su raza o a su procedencia, o cuando el nombre ha sido deformado. Por ello, en contra de lo que algunos puedan pensar, nunca hemos visto mote en los casos de “El Herrero”, “El Gitano”, “El Correo” “La Habanera”,”La Jabonera”, “El Secretario”, “El Recovero”, “El Albañil”, “El Juez”, "El Comandante”, “El Sacristán”, "El Alguacil", “El Molinero”, “El Maestro”, “Cica” (por Dolorcica), “Federo” (por Federico), etc.

La forma más corriente de llamar o, mejor dicho, de referirse a alguien es la de usar su nombre acompañado del de su padre o madre, o el del lugar de procedencia o en el que vive. Así es corriente que distingamos a un Joaquín de otro según sea “El de la Pilar” o “El de Esteban Acosta”, a Manolo “El de Alfornón”, de Manolo “El de Motril”, o Andrés “El de los Gallegos” de Andrés “El de la Rambla”.

La escasa proliferación de nombres y lo común de la mayoría de ellos hace necesario que se tenga que echar mano de las referencias antes dichas: familiares, de origen o de residencia. El hecho de esa escasa variedad viene dado por la relación de parentesco que existe entre casi todas las familias del pueblo y por la antigua costumbre de imponer en la pila bautismal al recién cristianado el nombre del padrino o la madrina, que con bastante frecuencia solían ser las personas de más posibles del lugar; hace tiempo muy poquitos, y casi siempre los mismos.

Esta forma de llamar a los habitantes de nuestro pueblo no es otra que la misma que utilizan los británicos y nórdicos con sus “son”, los germanos con “von”, eslavos con “ov” o “vich”, árabes con “ben” o, en definitiva, los castellanos con nuestros “ez”. A veces el parentesco no está relacionado con el padre o la madre, sino con el marido, la mujer, la hermana o el hermano... Así, José “El de la Lola” no es el hijo, sino el marido de Lola Medina; Anita “La de Emilio” no es la hija, sino la mujer de Emilio Cañadas; si nos queremos referir a la hija, de igual nombre que la madre, diremos: Anita “la hija de Emilio”; por último, Anita “La de Araceli” no es su hija, que es su hermana. A veces, al nombrar a una persona se suelen utilizar más de un parentesco, no es raro oír decir : Carmen “La hija de Pepe el de Dolores la de la Claudia”, con lo que para referirnos a ella estamos nombrando al padre, la abuela y la bisabuela de Carmen.

Además de los antes mencionados podemos acordarnos de otros muchos cuyos nombres irían seguidos de "el / la": “ de los Bancales”, “de Bargís”, “de Fregenite”, “de Olías”, “de las Alberquillas”, “del Castaño”, “del Prao”, “del Viz”, “del Sillero” “del Mermejo” “del Almendral”, “del Barrio Bajo”, “de la Fuente”... (referidos a lugares); “de Vicentico”, “de la Adelina”, “de Vicente Correa”, “de Esteban Gómez”, “de Noguerol”, “de la Angustias” “de la Consuelo”, “de la Primitiva”... (referidos a personas), o también seguidos de los apodos o profesiones mencionados en los primeros párrafos. Tampoco debemos olvidar como a familias completas se les conocían, y conocen, por el nombre del padre o del abuelo, caso de: "Los Patricios" o "Los Robertos".

En el entorno familiar es también común conocer a los otros anteponiendo al nombre los parentescos sanguíneos o bautismales de “El tío...”, “La tía...”, “El compá...” o “La comá...”. De la esfera familiar se pasaba a la coloquial y de ahí a generalizarlo sólo había un paso; por ello muchas personas son conocidas, en general, de ese modo; casos como los de “El tío Ascuas”, “La comá Josefa”, “La tía Carmen” y otros muchos, que por muy abundante parentela que tuvieran no podían serlo de todo el pueblo, siempre que hemos oído hablar de ellos ha sido anteponiéndoles esa relación.

Sólo los nombres únicos puede que, en ocasiones, se escapen a  la tónica general: Fina, Julio, Pascual, Luis, Amadora, y pocos más, aunque por la tendencia se le suele añadir algo. El inevitable "el/la de..." no hay quien se lo quite. 

Hoy en día, por el afán de innovar de los matrimonios más jóvenes, las costumbres antes referidas puede que entren en crisis. Los nombres bíblicos y de personajes famosos del momento están reemplazando, por desgracia (en nuestra opinión), a los de toda la vida. No obstante, son muchas las personas mayores que son incapaces de recordar dichos nombres, por lo inusuales que resultan para ellos, y prefieren referirse a pequeños y jóvenes como "el hijo de...", o "el nieto de...", algo que para todos es mucho más comprensible.

Para terminar, y como hecho singular, señalar a algunos convecinos que, en el ámbito del pueblo, jamás han sido conocidos por su nombre de bautismo: Vicente Pérez es Antonio, Magdalena Carrión es Angustias y Antonio Martín es Rafael (bueno, también se les suele añadir "el/la de..."). 

Teodoro Martín. Alcázar de Venus.

APÉNDICE:

Juan Acosta Rodríguez, nos envía una serie de nombres y apodos (confiesa no recordar bien si son una u otra cosa) que a continuación dejamos plasmados como apéndice a lo expuesto con anterioridad.

Joaquín Fanegas; Vicente Perches; Joaquín el Viudo; Joaquina José Tarrambo; Antonio 8 huevos; Serafín el Correo; Juan y Manuel Correa; Juan Patricio; Santiago el Molinero; José y Encarnación de Los Barcoles (¿Bancales?); Dolores La Claudia; Miguelillo del Prado; La Concha Correa; Josefa de la Venta; Josefa la Habanera; Araceli la de los Mellizos; José ó Juan Pepeleches; Maria la del Porrín; Rosario la de la Fuente; José Castañares; Gabriel de los Carrillas; Maria del Barranco; Anica la Fanega; La tía Camiona; Carmen la de Aniceto; La Menudita; Alfonso el Pato; Paco el Recobero.  

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