Alcázar de Venus: "Entre la Nieve y la Mar"

 

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Fregenite

Subiendo de vuelta por la carretera que me había llevado hasta Olías se ve en la ladera de enfrente, y parece un poco más grande, pero al llegar a Fregenite me sorprende el no ver a nadie por ningún lado, ni casi siquiera coches. Este pueblo parece más un pueblo fantasma que el anterior pero no por ello deja de tener su belleza en las casas de piedra semiderruidas por todos lados. Incluso me sorprende bastante el ver un pequeño huertecito en cercano a la iglesia en el que todo parece abandonado, los pepinos (o algo similar) medio secos por el suelo y las tomateras y pimienteras con hongos en las hojas y con muchos tomates y pimientos para coger empezando a pudrirse. Pues nada, unas cuantas fotos por aquí, unas cuantas fotos por allí, y como torpedo usual, no soy capaz de encontrar la fuente del pueblo; bueno, la de la plaza de la iglesia si la encuentro pero no tiene agua, la que no encuentro es la que si la tiene, por allí cerca. Así que digo buenos días a través de una cortina detrás de la cual parecía haber gente y cuando una señora me responde le pregunto si sería tan amable de darme un vaso de agua que me estoy muriendo de sed. Un fresquito vaso de agua me da a la vez que me dice que si tengo más sed la fuente está justo detrás de su casa. Ya lo sabía yo que debía estar por allí cerca ; )
Entonces aparece su marido y me pregunta que quién soy y de donde vengo y que qué hago por allí. Yo le explico que estoy dando una vuelta y haciendo fotos, así que decide acompañarme al antiguo molino de aceite del pueblo, medio derruido pero con todos los elementos que lo componen, y ante mi interés me explica paso por paso como funcionaba y donde se ponían los borricos que movían las piedras que molían las aceitunas, que la masa molida resultante se metía en unos capachos de mimbre que luego se amontonaban en la prensa y se estrujaban allí con ayuda de una palanca para extraer el aceite. Este aceite, se echaba luego en un pozo de unos 15 metros de profundidad, y sobre él se añadía agua hirviendo para rebajarle la acidez que al parecer es muy fuerte recién sacado de la aceituna. El agua previamente se ha calentado en unas tinajas de barro que están empotradas sobre un horno de leña que se mantiene encendido toda la noche durante la época después de la recogida de la aceituna. Finalmente se recoge el aceite del pozo (este flota sobre el agua que se le ha echado) y se mete en unos bidones de metal, se tira el agua que ya no sirve y se empieza el proceso de nuevo.
En el molino trabajaba el molinero al que los vecinos le pagaban un sueldo a cambio de que extrajera el aceite de sus aceitunas. Así, a través de un sorteo usando papelitos dentro de un sombrero cada vecino era asignado a un día (o varios días) en los que tenía derecho a moler su cosecha y llevarse su aceite. En plena producción el molino no cerraba por las noches y en él se trabajaba las 24 horas del día. Había varios borricos que turnaban para dar vueltas y mover las piedras (en turnos de 5 horas aprox.) y tenían un establo pegando al molino en el que comían y dormían los borricos de relevo. Así pude conocer de primera mano el funcionamiento de este curioso molino, de boca además de alguien que lo había vivido tiempo ha. Pero no solo eso aprendí, sino que también pude conocer lo que este hombre vivió como chiquillo cuando la primera radio llegó al pueblo y en la puerta de la vecina rica que compró la primera radio todas sus convecinas se rejuntaban para escuchar las radionovelas de la tarde, no oyéndose más que la radio, ni siguiera un murmullo. La primera tele también fue comprada por una rica vecina y los chiquillos del barrio (entre ellos este buen hombre) metían los cables de la luz en tierra húmeda, provocando una bajada de tensión en la línea y haciendo que en la televisión de esta buena señora aparecieran rayas y subidas y bajadas de luminosidad. Entonces esta mujer no tenía otro remedio que invitar a los chiquillos a entrar a ver la televisión, con un estupendo canal llamado TV1 y ningún otro, y en el suelo se amontonaban para ver esa “moderna” “caja tonta”. Pero claro, si salía un rombo antes de un programa (mayores de 14 años) o dos rombos (mayores de 18) los niños que no estuvieran autorizados a ver ese programa por su edad eran echados a jugar con piedras a la calle, y solo los mayores se quedaban, aunque como estaba muy oscuro, algún que otro menor conseguía esconderse en algún rincón para ver ese programa que, por su prohibición, era mucho más interesante que todos los otros.
Parece ser que cuando el pueblo estaba habitado, habría algo así como un centenar de personas, y unos 30 o 40 eran niños en edad escolar, y para ellos había una escuela (en lo alto del puebl
o, ahora en ruinas) y una profesora para todos ellos. Supongo que además tenían suerte pues en otros sitios ni siquiera tendrían escuela, aunque fuera con solo una profesora.
Ya antes de despedirme e irme a seguir buscando otros pueblos, me explicó que el huerto en ruinas que había visto no es que estuviera abandonada, es que ya había dado toda su cosecha y que lo quedaba ya estaba perdido y se dejaba secar para al año siguiente volver a plantar. Bueno, ya me quedo más tranquilo!

Texto y fotos extraídos de la web "SiO4: Memorias de Silicio". Un más que interesante sitio. Si quieres visitarla pincha en este enlace:  <<IR A SiO4>>  

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